I
Las calles citadinas están aterradas de silencios,
Por la aceras se respira un acre olor a muerte.
Los cielos cenicientos y sombríos calan el tino,
Marchitas flores de piedra cubren tu destino.
II
La tarde es asediada por agónicas palomas grises,
Que descansan su fatiga inmemorial en las plazas,
En las cornisas y dinteles, en los techos y en los atrios,
De tristes edificios vacios como ósculos muertos.
III
Las paredes de los rascacielos aúllan de dolor,
Y nadie las oye, solo yo escucho sus estertores.
Que me atraviesan la sienes y espantan la calma,
Y que arropan de amargura el alma.
IV
Como ríos de escoria fluyen las aguas por los caños,
Preñando de maldades el aire y la conciencia.
Pobre ciudad radioactiva, que nació florida un día,
Y hoy muere partida en tasajos, roja y podrida.
V
Como lava incandescente hieren tus pecados,
De tus seniles noches recuerdos olvidados.
Fuiste ayer metrópoli enhiesta y vital,
Hoy sólo se escucha entre ruinas tu grito mortal.
VI
Abatida y humillada por todas las maldades del mundo,
Que consumieron tus
carmes con dolor profundo.
Canto ahora al pie de tus ruinas mortecinas,
Y te dejo esta oda y un
manojo de rosas cetrinas.
VII
Ciudad descarnada y deshumanizada,
Que arrojas tus últimas agonías a la nada.
En el Armagedón de tu existencia,
Reclamas a la humanidad su nefasta inconsciencia.
Bernal Vargas
5 comentarios:
un poema con una gran realidad actual, para tomar conciencia , todas las grandes ciudades serán las primeras en desaparecer , buscar una solución es el asunto muy bien poeta
Gracias Jairo, debemos elevar la conciencia y salvar este planeta, aún estamos a tiempo.
Muy profunda temática, donde la realidad se ficcionaliza, sin embargo,estos versos dejan una amarga reflexión sobre el futuro de las grandes urbes y la humanidad!!Magnífico,poema...
Me gusta la cadencia que le das a estos versos. Bien!!!
Un gran abrazo para ti.
Gracias Salvador, por el comentario.
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