Al cielo agradezco
esta tierra que mis pies palpan.
Aún latente, aún viva, pero agonizante,
a pesar de tantos giros, ¡Respira!
Víctima de la rapiña y la codicia,
de las heridas a cielo abierto.
De las entrañas partidas,
de la asfixia y de las llagas.
A ella reconozco,
su amor, su nobleza y perdón.
Por una especie insensata,
que parte su médula sin condición.
Le imploro misericordia,
cuando el ocaso cae sobre mi ignorancia.
Y se oyen voces en los montes y los mares,
que pregonan una nueva tierra.
Bernal Vargas.
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