AUGURIO
Amor mío,
en el monte de Venus,
invocaré tu nombre.
Será como una profecía,
un vaticinio para mi alma,
decretado por tu piel.
Cuanto más te pienso más te siento.
¡Mi disoluto tormento!
Tanto da el molino,
como azota el viento.
Seguiré tu huella,
sol cautivo,
mar de fuego.
Tras tus deleites mi alma vuela,
mi pecho inflamas,
la carne encela.
Amorece mi piel,
y el latido lánguido
de este penitente corazón
te sigue con inmutable pasión.
Aunque el pecado florece,
en el néctar dulce,
de tu encendido pecho.
No cejaré jamás de buscar,
tu prohibido lecho.
Como un nocturno augurio
de intenso placer,
me visitarás de nuevo,
oculta entre tus velos mujer.
Y en la cuenca mágica
de tu pulcro seno,
verteremos la simiente,
hasta el amanecer.
Bernal Vargas.
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